sábado, 6 de agosto de 2011

Primer informe de laboratorios II - 2011

 https://picasaweb.google.com/home
 
Laboratorios de Formación e Investigación para la Promoción de las Artes Visuales en el Departamento de Antioquia
2011-2

Primer Informe
Subregiones Urabá, Magdalena Medio y Nordeste
Departamento de Antioquia

Julio 30 de 2011

Con Participantes Emberá Katios. Apartadó


 Convenio Secretaría de Educación para la Cultura, Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia y Fundación Universitaria Bellas Artes

  
Chanau laboratorioba;  arte visual apanuba dachi warrarama ome. Dachia saka jaradeai, saka e kabadawra ome trajadai, kiadar vía Panay ita; danza ome saka arte varé maubare saka ara ambua kubu – chanauba  jomauraba  dachi kurisia naveraba  kakirudeada arama chokaekirureika . Nau joma dachi  kababibadama warrara  ome maude jomaura ome

“Lo que nos aporta el laboratorio de artes visuales en nuestro entorno es buscar y encontrar, con nuestra propia realidad, de cómo el arte está mimetizado  en nuestra tradición; en las danzas, cuando tejen los canastos por las manos sabias, los mismos en la elaboración de las chaquiras. El arte vivo de nuestros antepasados. Y esto lo vamos hacer con los niños en la escuela”.

Luis Albeiro Certiga
(Etno-educador Emberá Chamí. Zaragoza)

 Un significativo proyecto para las artes visuales en el departamento se viene realizando desde el año 2007 por parte de la Secretaría de Educación para la Cultura de Antioquia a través de su Dirección de Fomento a la Cultura, y hoy del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia: Los Laboratorios de Formación e Investigación para la Promoción de las Artes Visuales. Dicho proyecto que es ejecutado por la Fundación Universitaria Bellas Artes, está acorde con el  Plan de Desarrollo 2008-2011 ANTIOQUIA PARA TODOS, Manos a la Obra, el plan Departamental de Cultura “ANTIOQUIA EN SUS DIVERSAS VOCES” 2006-2020 y el Plan Nacional para las Artes 2006-2010, del Ministerio de Cultura de Colombia. Los Laboratorios son estrategias de fomento para desarrollar escenarios de socialización de los productos artísticos y culturales, promoviendo el compromiso individual y grupal en la apropiación de propuestas de investigación-creación.

Concebidos como Diplomado con tres fases, entre septiembre de 2010 y marzo de 2011 se llevó a cabo la primera fase en las subregiones Magdalena Medio, con sede en el municipio de Puerto Berrío, Nordeste con sede en el municipio de Amalfi, Urabá con sede en el municipio de Apartadó, Occidente, sede municipio de Frontino y Oriente Lejano con sede en el municipio de Sonsón. Al tiempo que se terminó la tercera fase en la Subregión Suroeste con sede en el municipio de Andes. En el presente primer informe se divulga el desarrollo de la segunda fase, inicialmente en las subregiones de Urabá, Magdalena Medio y Nordeste. Señalando los tópicos fundamentales:

                                          Sesión de Trabajo Nordeste (Amalfí)

FASE 2:

Módulo 1: Prácticas de formación

° Del arte local al Arte Universal (del folclor al conceptualismo y las nuevas tecnologías)
° De la tradición artesanal al arte (visiones locales, folclorismo, relectura del pasado,de ¿lo convencional a lo contemporáneo)
° Espacio y territorio (poder y territorio, economía rural-economía urbana)
° Lo local y lo universal (homogenización y diferencia, masificación)

Documentos:    “Del naturalismo a las nuevas tecnologías” por Hugo Santamaría.
“Investigación documental y Etnográfica” por Hugo Santamaría


 Investigación Documental y Etnográfica. Magdalena Medio

Módulo 2: Prácticas de investigación-producción

° Investigación documental y etnográfica (observación participante, diálogo cultural, diario de campo, registro visual)
° Taller Dibujo (dibujar-proyectar, dibujo-idea y sentido, la pintura como campo expandido, el color local)
° Taller de figura humana (anatomía, canon de la figura, modelo)
° Taller de Pintura (pintura expandida)
° Taller Escultura (sintaxis tridimensional, expandir los límites de lo escultórico)
° Taller de Fotografía (imagen documental-imagen artística, registro audiovisual)

Documentos:“Técnicas de dibujo y pintura” por Hugo Santamaría
“Las artes visuales en el contexto contemporáneo colombiano” por Fredy Alzate
“La expresión fotográfica” por Antonio Valencia

Perspectiva Aérea técnica Mixta. Urabá

Modulo 3: Prácticas pedagógicas

° Proyectos individuales y colectivos (el territorio, geografía y espacio, lo privado y lo público, lecturas de región, lo rural y lo urbano, recorridos e intervenciones, de la tradición a la innovación en el paisaje)
° Interdisciplinariedad (diálogo entre saberes)
° Redes de trabajo e intercambio (banco de datos, centros de documentación)
° Programas didácticos para producción de público (didáctica con comunidades)
° Los medios de difusión como herramienta pedagógica (Internet, la televisión, la radio)
° La educación artística (proyectos pedagógicos de educación formal y no formal)
° Estrategias de exhibición (curaduría y puesta en escena)

Exhibición. Magdalena Medio, Ciudadela Educativa y Cultural “América”. Puerto Berrío


   Contexto Indígena. Apartadó

Documentos:“La educación artística en Antioquia” por Hugo Santamaría
                    “Guía pedagógica y didáctica para la práctica artística en el aula de clase” Programa Crea, Museo de Antioquia
                   “Del arte moderno al arte contemporáneo en Antioquia. Ambientes e instalaciones”. Por Armando Montoya y Alba Cecilia Gutiérrez G.
                     “La Curaduría” por Lucrecia Piedrahita

Partiendo de la investigación-creación, el autoaprendizaje y el coaprendizaje concretados en proyectos, complementados con proyecciones audiovisuales, lectura y análisis de textos, el modelo pedagógico que se apoya en la formación para la investigación-creación, permite que en este caso se beneficien educadores de artes y etno-educadores, artistas, comunidades étnicas y/o en discapacidad y gestores de los municipios de las regiones señaladas. Los participantes son visualizados por entidades como la Casa de la Cultura, la Alcaldía, la Secretaría de Educación, la empresa privada.  Esta circunstancia garantiza el apoyo a proyectos artísticos de índole colectiva que benefician a sus comunidades, criterios acordes con la filosofía de los laboratorios.



Proceso de Investigación Creación. Urabá

Del Objetivo General:

En este informe se evidencia la dinamización del proyecto en aspectos como la formación, las prácticas de producción y las prácticas pedagógicas y dar continuidad al proceso iniciado en la fase 1, fortaleciendo los postulados de investigación-creación, y consolidando las propuestas en las regiones ya establecidas.

De los Objetivos específicos:

Se destacan, en esta primera instancia, objetivos como:

  • La Consolidación de proyectos de formación
  • Facilitar la retroalimentación entre las prácticas artísticas y pedagógicas, con la producción artística de los participantes.
  • Potenciar alianzas entre instituciones culturales, artísticas y educativas de la región.
  • Diseñar propuestas pedagógicas y didácticas para la creación y la formación  de públicos.
  • Desarrollar un proyecto de investigación-creación.
· Realizar asesorías-consultorías proyectos alternos  curatoriales, educativos, y administrativos propuestos en los talleres.

Los talleres se han venido realizando en los siguientes espacios, Urabá, en la Ciudadela Educativa y Cultural, Municipio de  Apartadó. Magdalena Medio, en la Ciudadela Educativa y Cultural América”, Municipio de Puerto Berrío. Nordeste, en la  Ciudadela Educativa y Cultural “Mutambé”, Municipio de Amalfi.
Sobre los Talleres Técnicos y Didácticos

Perspectiva, Dibujo, Figura Humana y Pedagogía

Iniciando con la explicación audiovisual de lo local a lo universal  en el arte, la identidad cultural y su respectiva aplicación, las características que unifican el arte antioqueño con el colombiano y latinoamericano y su aplicación en las culturas populares, los participantes de las tres sub-regiones evidenciaron características muy particulares: mientras en Urabá predomina una visón ecológica respecto al mar y actividades económicas como el cultivo del banano; en el Magdalena Medio particularizan en la pesca. Y en el Nordeste es evidente las referencias a la minería y al conflicto armado, lo que permite recrear en sus propuestas iniciales dichos aspectos. Se mostraron proyectos de investigación de diferentes artistas y colectivos y, por grupos y municipios, se inició el anteproyecto para desarrollarse a lo largo de la segunda fase y garantizar el ser ejecutado en la fase 3, tanto a nivel estético como pedagógico. (Ver documento anexo  La investigación Etnográfica”)

 Visiones del Conflicto. Nordeste 










Al acercarse a la figura humana, en un taller de anatomía con modelo desnudo, masculino y femenino, es significativo el interés de los participantes; siendo mucho más libre la expresión en Urabá, donde los modelos fueron una pareja con su bebé, de pocos días de nacido. En el Magdalena Medio, los modelos fueron los propios participantes de los laboratorios que demostraron sentido de pertenencia y estar abiertos a las potencialidades expresivas del cuerpo. En el Nordeste, se trabajó con modelo de la ciudad de Medellín, pues hubo dificultades para conseguirlo en la región, dada una menor apertura semántica y conceptual a esta temática.

Dado que un gran porcentaje de los participantes son docentes de educación artística, esta segunda fase tiene un gran énfasis en lo pedagógico y didáctico. En ese sentido se explicaron diferentes metodologías y se presento una guía didáctica que fue trabajada interdisciplinariamente para contextualizarse y aplicarse en las diferentes instituciones educativas. El programa Crea (metodología aula-taller) del Museo de Antioquia viene trabajando con docentes de educación artística en diferentes espacios,y se presentó una guía pedagógica y didáctica de educación artística donde los docentes y especialistas estructuran propuestas abiertas para ser dinamizadas. La propuesta incluye las artes visuales, la música, las artes escénicas y la literatura, a partir de una guía pedagógica y didáctica con herramientas metodológicas para el educador de la básica primaria y de la secundaria, como una apuesta estética de inclusión, participación y convivencia. (Ver documento anexo  EducArte”. Guía Pedagógica y Didáctica para la práctica artística en el aula de clase”)

La expresión Fotográfica

 Después de explicar y demostrar los diferentes procesos inmersos en la practica fotográfica, de explicar fuentes y referentes significativos a nivel local y universal, los participantes realizaron propuestas pertinentes a nivel individual y colectivo que fueron trabajados y expuestos inicialmente en la subregión de Urabá, particularmente en lugares públicos del municipio de Apartadó (Ver documento anexo  )

Conceptualización y práctica de las instalaciones
Se explicó que  el término de Instalaciones se ubica en un concepto abierto de arte, en el cual el espacio que contiene la obra tiene un papel protagónico. La instalación es un medio de expresión que surgió en el mundo del arte en la década de 1960, en el contexto del Pop Art, y que tiene sus raíces en el Ready Made propuesto por Duchamp, a comienzos del siglo XX. En nuestro país, una de esas vías parte de la escultura de  Bernardo Salcedo, al cual se le suman nombres como Felisa Bursztyn, Beatriz González, Hernando Tejada, Luis Caballero, grupo “El Sindicato”, a nivel nacional. En tanto que en Antioquia se destacan Juan Camilo Uribe, María Teresa Cano, como referentes de una manera de hacer arte que los asistentes a los laboratorios vieron pasar en un proceso visual y pedagógico que luego fue aplicado, inicialmente en la región de Urabá. (Ver documento anexo  Del arte moderno al arte contemporáneo en Antioquia. Ambientes e instalaciones”)


Del arte moderno al arte contemporáneo en Antioquia. Ambientes e instalaciones[1]
Por: Alba Cecilia Gutiérrez G., Armando Montoya L., Luz Análida Aguirre R.
Universidad de Antioquia

Si se quiere comprender, a través de la producción artística real, visible y tangible, cuál es la diferencia entre el arte moderno y el arte contemporáneo, las obras denominadas antes “espacios ambientales” (enviroment) y hoy en día simplemente “instalaciones”, constituyen todo un campo de ejemplificación. En ellas podemos apreciar no solamente el cambio de apariencia, que tiene que ver con la diversificación de técnicas, materiales y formas  — y las nuevas relaciones de éstas con el espacio que las contiene— sino también la transformación de las ideas estéticas y de las actitudes de los artistas y el público frente a los productos del arte. 

Cuando hablamos de Instalaciones estamos ubicados en un concepto abierto de arte, en el cual el espacio que contiene la obra tiene un papel protagónico. El espacio es en este caso el soporte de la obra, como lo es la tela en un cuadro al óleo, o la madera en una talla tradicional. El artista expresa en ese espacio sus ideas y sentimientos, y para el logro de este objetivo puede valerse de las técnicas de antigua tradición en la pintura y la escultura, o de técnicas más recientes como el collage, la fotografía, o el video, así como de todo tipo de objetos encontrados, ensambles, textos, sonidos y demás posibilidades que la revolución artística del siglo XX abrió para los artistas.

La instalación es un medio de expresión que surgió en el mundo del arte en la década de 1960, en el contexto del Pop Art, y que tiene sus raíces en el Ready Made propuesto por Duchamp, a comienzos del siglo XX.

Boris Groys establece algunos rasgos que definen la instalación como práctica artística: a diferencia de la pintura, es desarmable; no preserva su identidad en el tiempo; es un evento, en el sentido de que puede transformar su identidad; es un esqueleto más que un organismo. Las instalaciones pueden ser desmanteladas, desconfiguradas, reconfiguradas, tanto como se quiera.[2] Es preciso resaltar además que, respecto a las obras tradicionales, las instalaciones proponen y exigen una nueva actitud por parte del espectador, quien no es ya solamente un contemplador, sino alguien que involucra todos sus sentidos en una experiencia integral y en algunos casos puede participar del acontecer artístico interviniendo la obra, es decir contribuyendo con el artista en la actividad creadora.

Como práctica artística que con su nacimiento puso en evidencia la crisis del arte moderno, la instalación se ha ido configurando, depurando y definiendo a través de las transformaciones que se dan en las obras de los artistas, y del diálogo y las confrontaciones entre los productores y los receptores del arte. Examinar este proceso en el arte de nuestro país y nuestra región puede ser una manera de asimilar conceptos estéticos en torno a este tema que a veces resultan demasiado abstractos, y éste es justamente el propósito del presente texto.

De lo moderno a lo contemporáneo en el arte colombiano. La historia reciente del arte colombiano nos da la oportunidad de observar la transición de las obras del arte moderno a las instalaciones contemporáneas, que se da por diversas vías y que ensaya muy distintas opciones de materialización de las ideas estéticas. Una de esas vías parte de la escultura, renunciando al cumplimiento de varias de las premisas básicas de esta disciplina artística. Lo primero que salta a la vista es que son formas que no se ubican claramente en la definición usual de la técnica a la que pertenecen, pues no son objetos para la contemplación estética, no están hechos para ser exhibidos sobre un pedestal, e integran los materiales más cotidianos con sus texturas y colores. Con estas obras, las nítidas fronteras que existían entre las técnicas artísticas comienzan a desaparecer.

El primer ejemplo destacado de estas esculturas “experimentales” que registran los textos de crítica e historia del arte colombiano son las “cajas” de Bernardo Salcedo, ensamblajes extraños de partes de muñecos descuartizados y de piezas de todo tipo de objetos de quincallería. Una de estas cajas fue premiada en el concurso de pintura organizado en 1966 por la embajada de Italia en Colombia con motivo del séptimo centenario del natalicio de Dante Alighieri: de ahí su título, Lo que Dante no sabía: Beatriz amaba el control de la natalidad.

También se salían de todos los parámetros existentes hasta el momento Las Histéricas, que Felisa Bursztyn presentó en el Museo de Arte Moderno de Bogotá en 1968, un conjunto esculturas metálicas que se movían simultáneamente y producían un sonido musical, ubicadas en un espacio oscuro, que sólo dejaba ver de manera tenue el brillo del acero en movimiento. Igualmente extraña y sorpresiva fue la Cabeza de sal sumergida en una urna con agua que el joven artista Antonio Caro presentó al Salón Nacional de 1970; la obra, que era un retrato del entonces presidente Carlos Lleras, se disolvió  lentamente en la urna que la contenía.[3]

Las obras que la pintora Beatriz González realizó en los primeros años de la década de 1970 señalan otro momento importante en este recorrido: la artista decide pintar sus temas favoritos sobre objetos cotidianos y muebles metálicos que constituyen el mejor marco para sus personajes, pues, según sus palabras, “¿Dónde podría quedar mejor Bolívar muerto que sobre una cama?”[4]  La crítica posterior ha reconocido en estas obras, no solamente un alto grado de libertad estética sino también la evidencia de una reflexión por parte de la artista en torno al sentido y la función social del arte.[5]

También las “mujeres objeto” de Hernando Tejada, que asumen de la manera más evidente el humor, la ironía, y en general, los valores estéticos de la cultura popular, constituyeron una apertura de nuevas opciones para el arte en los años setenta. Así mismo, las cajas y vitrinas de Álvaro Barrios, conformadas con dibujos recortados y otros elementos que integran lo cursi, lo nostálgico y lo erótico  merecen ser destacadas porque en ellas se materializa una clara preocupación del artista por la relación entre imagen y espacio.

Una segunda vía ­—que se puede observar en el arte colombiano— por la cual los artistas llegaron a las instalaciones, es la que parte de la pintura moderna, y en este campo existen dos obras tempranas que son ejemplos notables; el primero es el Políptico[6] de Luis Caballero, obra ganadora de la primera Bienal Iberoamericana de Pintura Coltejer (1968), compuesto por 13 paneles que se ensamblaban entre sí, formando una especie de cubo abierto, que fue catalogado en su momento como “pintura habitable”.[7]

El segundo ejemplo es la obra con la cual Santiago Cárdenas participó en la muestra Espacios ambientales, organizada por la crítica de arte Marta Traba a finales de ese mismo año de 1968; el artista pintó, directamente sobre las paredes, un espacio negativo que creaba la sensación de que la arquitectura se prolongaba y se complejizaba, con esquinas y quiebres no existentes. En este caso la imagen bidimensional, parece no existir, pues se hace transparente, y de esta manera integra el espacio que la contiene, propiciando la recuperación de su visibilidad.

El XXVIII Salón de Artistas Nacionales de 1978 es otro momento para recordar, pues  en este evento se da en Colombia el primer reconocimiento oficial del arte conceptual, con el premio otorgado al grupo “El Sindicato” de Barranquilla por su ensamblaje Alacena con zapatos, que fue presentado por sus creadores como “una obra antimuseos, antigalerías, anticomercial y antiarte”.[8]

Poco a poco, en esta década de 1970, se fue consolidando una segunda generación de artistas modernos, algunos de los cuales se consideran hoy los iniciadores del arte posmoderno o contemporáneo en Colombia, en cuanto fueron los primeros en plantear obras que se distancian de manera consciente de la preocupación por los valores de apariencia, o valores estéticos, para darle mayor prelación al contenido.

En las obras mencionadas y otras de la misma época se abrieron opciones al arte colombiano, al explorar temas relacionados con la cultura popular y con la problemática social y política del país. Es preciso destacar la influencia del Pop Art en este proceso, y la manera libre y creativa en que algunos artistas colombianos asimilaron esa tendencia artística; a través del Pop, lo no culto, lo no intelectual, la ironía, el humor, las técnicas y la iconografía del mundo de la publicidad, ingresaron en el ámbito artístico, y se convirtieron en herramientas para plantear nuevos contenidos en las obras.

Todo este proceso de liberación de los parámetros estéticos del arte moderno y de apertura a nuevas formas de concebir el arte constituye el antecedente de las instalaciones en Colombia, que tendrá en la década de 1990 su etapa de consolidación y apogeo.

Apertura hacia el espacio en el arte antioqueño. De la misma manera que en Bogotá y en otros ámbitos artísticos, la aparición de las instalaciones en Antioquia está precedida por una serie de obras experimentales que, inscritas en los campos de la pintura o de la escultura, ponen en evidencia la necesidad de ampliar el marco de las clasificaciones, de abrir nuevos códigos para la comprensión y valoración de las obras de arte.

La exposición Arte nuevo para Medellín, que se realizó en septiembre de 1967, y fue patrocinada por la empresa textilera Coltejer, marca el inicio de una nueva actitud artística. En ella se mezclaron obras tradicionales con planteamientos formales muy novedosos, se utilizaron materiales y formatos no vistos anteriormente en la ciudad y se trataron temas vedados hasta entonces. Llamaron especialmente la atención del público, las pinturas de color plano de Samuel Vásquez, inspiradas en Wesselman, y las construcciones en madera de Leonel Estrada, que proponían la participación del  espectador[9].

Pero fue la Primera Bienal Iberoamericana de Pintura, que organizó la misma empresa textil en el siguiente año, el evento que conmovió profundamente el ámbito artístico regional y nacional de ese momento, y que favoreció un avance, antes impensable, en la conformación de la cultura artística de la región. Bajo la dirección del crítico y artista Leonel Estrada, el proyecto Bienal de Arte tuvo dos nuevas ediciones en la década siguiente (1970 y 1972). En ellas se vieron algunos espacios ambientales de artistas extranjeros como Lea Lublin (Argentina)  y Rafael Ferrer (Puerto Rico), que ayudaron a abrir la vía hacia el arte contemporáneo que estamos explorando. En cuanto a los artistas colombianos que presentaron obras involucradas de manera especial con el espacio en estas tres bienales, es preciso destacar, el ya mencionado Políptico de Luis Caballero, premio de la primera bienal de 1968, y la Hectárea de Bernardo Salcedo, presentada a la bienal de 1970 y conformada por la acumulación de 500 sacos plásticos llenos de heno seco; una obra verdaderamente impactante en su momento, pues mostró a los artistas jóvenes hasta dónde el arte contemporáneo estaba abriendo opciones expresivas.

Los frutos de las tres primeras bienales se hacen evidentes en Antioquia y en Colombia en el resto de la década de 1970; todas las actividades relacionadas con el arte se intensifican, surge una nueva vanguardia regional, se abren galerías que exponen y venden obras de arte moderno, se crea una carrera universitaria  enfocada directamente hacia las tendencias más contemporáneas del arte;[10] las instituciones de formación artística que existen en Medellín comienzan a replantear sus programas y su metodología.

Un claro antecedente de las instalaciones en Antioquia es la Cabeza Parlante que Juan Camilo Uribe presentó en una exposición de autorretratos organizada por la Galería de la Oficina en 1975, una obra fronteriza entre el performance y las ambientaciones de entonces, que planteó un interesante engaño visual, pues a través de un ingenioso montaje la cabeza real del artista se veía como mutilada, emergiendo del fondo de una bandeja, rodeada de flores.[11]Juan Camilo Uribe es el primer artista de la región que defiende el arte como actitud creativa, antes que oficio técnico o posibilidad decorativa; según sus ideas, expresadas en una entrevista de 1976, lo que le corresponde a los artistas es buscar resultados formales diferentes, más coherentes con las nuevas realidades.[12]

En la década siguiente se hace evidente ya la revitalización que ha sufrido el ámbito artístico antioqueño. En 1980 se abre el Museo de Arte Moderno de Medellín, y en 1981 se realizan en la ciudad varios eventos de especial importancia en lo que hace referencia al debate artístico y a las nuevas propuestas del arte: la Cuarta Bienal de Arte de Medellín, el Coloquio de arte no objetual y arte urbano, y el Primer Salón Arturo y Rebeca Rabinovich, que convoca a estudiantes de arte de las universidades del país.

Los espectadores de la bienal de 1981 tuvieron la oportunidad de ver y recorrer varios “ambientes”, que, aunque no se llamaban todavía instalaciones, tenían todas las características propias del género. Entre ellos estaban el  Serpentario, una alcoba poblada de serpientes de tela rellenas con arroz, de la artista antioqueña Marta Helena Vélez y la obra Medellín, de Jorge Ortiz, que sobre dos largas hojas de papel fotográfico hacía alusión al valle de Aburrá. También en El Coloquio Latinoamericano de arte no objetual, se presentaron algunos espacios ambientales, y es preciso destacar, entre las propuestas colombianas, el Jardín Blando, del Grupo Utopía, una obra configurada mediante grandes volúmenes de espuma de poliuretano.[13]

El Salón Arturo y Rebeca Rabinovich, cuya primera versión se realizó en 1981, marcó pautas a la región y al país en lo que se refiere a las últimas tendencias del arte. Se da aquí también de manera muy clara ese fenómeno de transición ya señalado, en que las obras pictóricas dejan de ser bidimensionales sin que se puedan catalogar claramente como una forma escultórica, y por otro lado, las esculturas pierden el carácter de objeto para la contemplación estética, involucran materiales inusitados, invaden el espacio o señalan claramente su relación con él.

Estos planteamientos transicionales de la década del 80 los encontramos en las obras de artistas como John Castles, Germán Botero, Ethel Gilmour, Alberto Uribe, Beatriz Jaramillo, y en las de estudiantes de las universidades locales, tales como María Teresa Cano, Jorge Jaramillo, Armando Montoya, Marta Ramírez, Juan Luis Mesa, Carlos Hoyos, Juan José Escobar, José Luis Montoya, Hugo Ceballos, Alejandro Castaño y Julián Posada.

Si se hace un balance del arte de los años 80 en Antioquia pueden mencionarse artistas y obras que le conceden especial importancia a la reflexión espacial, o que integran el espacio en las obras plásticas, pero en realidad, los espacios ambientales o instalaciones pertenecen más a la excepción que a la regla, pues las obras que se presentan como tales no dan cuenta de una asimilación completa de las particularidades de este soporte artístico.

De todas maneras, hacia finales de la década ya es evidente un cambio de sensibilidad, un interés creciente en los jóvenes por cuestionar la actitud contemplativa frente al arte y un nivel de experimentación en torno a la dimensión espacial de las artes plásticas y al uso de nuevos medios de expresión, que tendrán, en la década siguiente, resultados artísticos significativos.

Años noventa. El protagonismo del espacio en las artes plásticas. La formación universitaria de los artistas en el ámbito antioqueño —que se consolida en la década de los ochenta— favorece en gran medida el desarrollo de la profesión y estimula la comprensión del arte como quehacer espiritual y fenómeno cultural antes que actividad comercial. En las aulas universitarias el arte se asume como un proceso individual en el que confluyen la experimentación técnica, la reflexión estética, la investigación del contexto y la búsqueda de la propia expresión. La relación arte-espacio se plantea como una posibilidad de expresión integral, que involucra al artista con su contexto físico y sociocultural. En este nuevo ámbito artístico, la instalación resulta ser un medio de expresión muy adecuado, y es ésta la razón de su predominio en los últimos años.

El auge de las instalaciones en Antioquia, como en otras partes del país y del mundo, se da en la década de 1990. En torno a este nuevo campo de las artes plásticas se generan textos críticos y ensayos que preceden y acompañan la acción de los artistas; el artículo Soportes artísticos. La Instalación, de Olga Cecilia Guzmán, parece ser la primera reflexión sobre este tema específico en los medios de divulgación locales; en él se habla de la necesidad de establecer las coordenadas que corresponden a la instalación, un soporte artístico que pone en evidencia la pérdida de sentido de las fronteras técnicas y las clasificaciones entre los diferentes medios.[14] El espacio en que se hace la obra, dice la autora, “[…] es despojado de su esquema cultural habitual, y pasa a ser modelado por el artista en total coherencia con sus códigos simbólicos”; y aclara además, que en esto se diferencian las instalaciones de las intervenciones en ámbitos urbanos por ejemplo, donde el artista dialoga con las coordenadas culturales del espacio a intervenir.[15]

El Museo de Arte Moderno de Medellín organizó en junio – julio de 1991 la que sería la primera exposición dedicada exclusivamente a las instalaciones en Antioquia y en Colombia; en ella participaron seis artistas nacionales:[16] María Teresa Cano y Edith Arbeláez, de Medellín; María Fernanda Cardoso, Jorge Roberto Sarmiento y Miguel Ángel Rojas, de Bogotá; y el barranquillero Iginio Caro. En relación con este evento se intensifican las discusiones sobre el tema en la comunidad artística; los textos del crítico y profesor Luis Fernando Valencia cumplen un papel destacado en este debate, pues aportan pautas básicas para los artistas y docentes de arte, y ayudan a los espectadores a comprender las nuevas obras.[17] Veamos algunas de sus ideas: Valencia considera la instalación como una de las innovaciones más radicales que ofrece el arte actual, y una de las opciones más sugestivas, pues es un verdadero salto al vacío, es decir, al espacio como vehículo de significación. El espacio aportado por la arquitectura es transformado por la acción del artista plástico, creando “un nuevo sitio”, una “situación espacial expresiva”[18], que es distinta de la arquitectura y de la escultura, en el sentido tradicional del término. En la Instalación no percibimos formas aisladas, “la suma de los elementos en las piezas crea una visón que se impone al espectador como un acto de percepción unitario, que relaciona unas piezas con otras y todo el conjunto con el espacio de exhibición”.[19] El espacio, que antes era un eje de circulación para el espectador, se convierte ahora en un vacío significante, en un trayecto que el usuario traza a voluntad, en muchas ocasiones absolutamente imprevisible por las intenciones del artista.[20]

Las instalaciones de la década de los noventa en Antioquia ponen en evidencia un cambio radical en la concepción de las artes plásticas, que se materializa en el tratamiento de nuevos temas y nuevas técnicas, en el abandono los llamados “materiales nobles”, en el énfasis en la investigación y el proceso de la obra antes que en el producto final, en la intención de conciliar la creatividad con la vida, en el desprecio por el valor comercial del producto artístico, características todas que corresponden al llamado arte poshistórico o arte contemporáneo.

Los artistas y sus obras

Son muchos los artistas que de manera permanente o esporádica asumen la instalación como medio de expresión; entre ellos podemos mencionar a: María Teresa Cano, Adolfo Bernal, Olga Cecilia Guzmán, Rodrigo González, Juan Luis Mesa, Armando Montoya, Edith Arbeláez, Jorge Ortiz, Beatriz Olano, Carlos Uribe, Gloria Posada, Libia Posada, Eugenia Pérez, Ana Claudia Múnera, Juan José Rendón y Beatriz Suaza. Ante la imposibilidad de hacer referencia a cada uno de ellos en este texto, mencionaremos solamente algunas obras destacadas, teniendo en cuenta la continuidad que han mostrado sus autores en el trabajo con este medio y la proyección que sus obras han tenido en el ámbito artístico nacional e internacional:

1. María Teresa Cano. Distancias[21], (Centro Colombo Americano, 1990). Sobre una mesa, rodeada por un tapete de talco, hay un mantel con platos y cucharas, y sus sombras pintadas registrando la huella de múltiples movimientos; el tapete registra también la huella de los ausentes, y en las paredes se ven textos poéticos,  pequeñas pinturas y fotografías. Se escucha el sonido de un tambor activado por una muñeca de pilas, cuyo rostro es la imagen misma de la artista.

2. Juan Luis Mesa. De este lado del río (Centro Colombo Americano, Medellín, 1993). Es una obra muy compleja que se apoya en un proceso de investigación, e integra componentes autobiográficos, históricos, y antropológicos. La exposición se desarrolló en tres fases y se estructuró a partir de una narrativa que se iba desplegando paso a paso. La experiencia directa al recorrer el río en balsa, sumada a la revisión de fuentes escritas y registros en video de múltiples testimonios, fueron algunos de los elementos del proceso que se incorporaron en la dimensión espacial que propuso la instalación.

3. Gloria Posada. Aula 4-224 U.de A. (Museo de Antioquia, 1995). Un salón de clases de la Universidad, que la artista ha compartido con otros estudiantes y profesores, aparece reproducido en esta instalación, con la diferencia de que este salón es atravesado abruptamente por un muro que corta toda una fila de sillas, las cuales se ven incrustadas en el cemento, una detrás de otra.

4. Carlos, Uribe. Pavimento, (Biblioteca Pública Piloto, 1993). La sala de la Biblioteca Pública Piloto fue asfaltada de pared a pared, creando de esta manera un ambiente extraño e impactante, que se percibe como un corte, una irrupción violenta del paisaje urbano, duro y desnaturalizado, en un espacio íntimo, cálido y sagrado, conocido y frecuentado por todos, como es esa pequeña sala de exposiciones.

5. Jorge Ortiz. Un bosque, un jardín (Planetario Distrital de Bogotá, 1997 y Museo de Arte Moderno de Medellín, 1998). En las dos versiones de esta instalación, paredes y piso fueron cubiertos con cartón negro corrugado, previamente sensibilizado con químicos de fotografía. El artista insinuó el bosque en los cartones adheridos a la pared, y el jardín-flores en los cartones dispuestos sobre el piso. Las luces de la inauguración dieron inicio al proceso de revelado, y ese proceso continuó cambiando la imagen, durante todo el tiempo de exhibición. “Creció el bosque y creció el jardín” concluye Jorge.

6. Adolfo Bernal. Obra Negra, (Museo de Arte moderno, Medellín, 1997) La sala principal del museo fue atravesada diagonalmente por un muro de ladrillo en obra negra. Un monitor ubicado del lado en el que el público tenía acceso dejaba ver  la imagen del vacío, que transmitía una cámara ubicada en el lado clausurado. Una instalación bastante paradójica e inquietante, pues esa presencia material tan contundente, que se impone al espectador de manera agresiva, requiere ser percibida por un medio completamente desmaterializado, como lo es la imagen de una cámara de video.

7. Ana Claudia Múnera. Vestido de novia  (Bienal de la Habana, 1997). Se trata de una video instalación, en la que dos monitores apoyados sobre una base de hierro y cubiertos con seda blanca y velo de tul que dejan libres las pantallas, emiten imágenes de la acción de una costurera, imágenes que parecen salir a través del velo de tul que se extiende hacia afuera como una larguísima cola de novia (170 m).  Al fondo se escucha el sonido de la máquina de coser y un fragmento de  La noche oscura de San Juan de la Cruz.

8. Libia Posada. Sala de examen (Centro Colombo Americano, 2.000). En un espacio clínico pintado de blanco se ve una cama de parto cubierta con bandas de yeso; al fondo se insinúa una cuadrícula cartesiana y sobre las paredes cinco cuadros que representan a una enfermera invitando al silencio. Realidades como el dolor, la enfermedad y la muerte, la finitud y la fragilidad de la existencia se nos revelan inmediatamente al recorrer esta instalación.



[1] Los autores de este artículo son integrantes del grupo de investigación de Teoría e Historia del Arte en Colombia, Facultad de Artes, Universidad de Antioquia. El texto sintetiza los contenidos del proyecto de investigación “Ambientes e Instalaciones en el arte antioqueño 1975-2000” auspiciado por el CODI (Comité para el Desarrollo de la Investigación) Universidad de Antioquia. Participan también en este proyecto como estudiantes en formación investigativa María Paulina Restrepo Castaño y Sol Astrid Giraldo Salazar.
[2] Kabakov, I. y Groys, B Op. cit, p. 167
[3] Juan Calzadilla. “Soy espectador de un funeral”, en: 50 años Salón Nacional de Artistas, Bogotá, Colcultura, 1990, p. 173. Publicado originalmente en El espectador, Bogotá, noviembre 5 de 1970.
[4] Germán Rubiano Caballero. “Artistas “populares” y “primitivos””, en: Historia del arte colombiano, Bogotá, Salvat, 1977, p.1449.
[5] Carlos Arturo Fernández. Arte en Colombia: 1981-2006. Medellín, Universidad de Antioquia, 2007, p. 24
[6] La obra citada de Luis Caballero se conoce hoy con el título de La Cámara del amor. El artista presentó 13 paneles de los 18 que conformaron la obra original. Posteriormente los 5 paneles faltantes fueron recuperados y donados al museo de Antioquia por el empresario Carlos Ardila Lulle.
[7] Leonel Estrada. I Bienal Iberoamericana de Pintura. Contraportada del catálogo, Medellín, 1968.
[8] “XXVII Salón Nacional de Artes Visuales”. En: 50 años Salón nacional de artistas, Bogotá, Colcultura, 1990, p. 202.
[9] Félix Ángel. Nosotros. Un trabajo sobre los artistas antioqueños, Medellín, Museo El Castillo, 1976, p.189.
[10] La Carrera de Artes de la Universidad Nacional fue fundada en 1976 por un grupo de artistas de vanguardia liderado por el pintor Javier Restrepo Cuartas.
[11] Confróntese: Valencia, Luis Fernando. “Autorretrato”. En: El Colombiano, Medellín, Junio 6 de 1975.
[12] Félix Ángel, op. cit., p.163.
[13] Juan Acha. “La Bienal contra el Coloquio”, en Revista del arte y la arquitectura en América Latina, No 7, vol.2, 1981.
[14] Olga Cecilia Guzmán. “Soportes artísticos: La instalación”, en: Revista Facultad de Arquitectura (7), Medellín, Universidad Nacional, 1990, p. 23.
[15] Ibíd.
[16] Jesús Gaviria. Presentación en el catálogo de la exposición Instalaciones, Medellín, Museo de Arte Moderno, junio 12 – julio 24 de 1991.
[17] Luis Fernando Valencia publicó tres artículos en la prensa local y en: Arte. Revista de Arte y Cultura número 12,  del Museo de Arte Moderno de Bogotá: 1) “El espacio tomado”, (pp. 39-41). 2) “La instalación transforma un espacio”, (p. 40)  y 3) “Instalación en el Centro Colombo-Americano. La “Territorialidad” en el espacio local” (p. 84). 
[18] Luis Fernando Valencia. “La instalación transforma un espacio”, en: Arte. Revista de Arte y Cultura, Bogotá, Museo de Arte Moderno, No. 12, 1991-1992, p. 40. 
[19] Luis Fernando Valencia. “Eventos e instalaciones”, en: El Mundo, noviembre 3 de 1990. p. 4.
[20] VALENCIA, L. F. “La instalación transforma un espacio”, en: Arte, revista de arte y cultura, op. cit, p. 42.


martes, 31 de mayo de 2011

LABORATORIOS DE FORMACIÓN PARA LA INVESTIGACIÓN DE LAS ARTES EN ANTIOQUIA.: FOTOGRAFIAS

https://picasaweb.google.com/112798042739510436741?feat=email

jueves, 7 de abril de 2011

Proceso creativo de participantes Subregion del Suroeste

Video de Valparhttp:
//www.facebook.com/video/video.php?v=10150161506732921&savedaiso

jueves, 31 de marzo de 2011

CUANDO LA MUERTE ES ARTE



Macabro, transgresor y provocador, el 'arte de la muerte' gana adeptos en todo el mundo. Detrás de la polémica, sin embargo, hay una crítica a la sociedad y su hipocresía, un revulsivo al mismísimo estamento del arte contemporáneo o simplemente un intento del artista por asombrar al espectador.
Esta nueva corriente, heredera del arte povera (que utiliza materiales 'pobres' o 'deshechos'), y que presenta los objetos reales en vez de representarlos, tiene su máximo exponente en Damien Hirst, el enfant terrible del arte británico actual y el artista vivo más rico del mundo.

Animales a precio de oro
<p>Tiburón.</p>Sus "esculturas" (así las llama él) sumergidas en una solución de formaldehído han proporcionado a Hirst fama, dinero y críticas por partes iguales. En 1994, su Pareja muerta follando dos veces (un toro y una vaca copulando), fue prohibida por las autoridades de Nueva York. Al año siguiente recibiría el prestigioso premio Turner por Madre e hijo divididos, una vaca y un ternero partidos por la mitad.

Uno de sus trabajos más icónicos es La imposibilidad física de la muerte en la mente de algo vivo: un gran tiburón tigre que fue vendido en 2004 por 10 millones de dólares. Debido a la descomposición tuvo que ser reemplazado por un nuevo escualo en 2006. Un año después superó su propio récord con Por el amor de Dios, una calavera humana con 8.601 diamantes incrustados que alcanzó los 74 millones de euros. Se calcula que su fortuna supera los mil millones de dólares.

<p>Calavera.</p>Hirst ha asegurado que utiliza siempre animales ya muertos, pero lejos de reconocerle mérito alguno, el músico británico Morrisey criticó duramente a su compatriota y sugirió a la revista Magazine Interview que Hirst debería "meter su cabeza en una bolsa".

Tan popular como Hirst es el anatomista alemán Gunther von Hagens por motivos más 'humanos'. En 1977 descubrió una técnica conocida como plastinación, en la cual se extrae el agua de un cuerpo y se sustituye por una solución plástica. En 1990 'plastificó' su primer ser humano con fines médicos. Cinco años después decidió sacar a la luz su colección de cadáveres en una exposición artístico-didáctica en Japón. Desde entonces, su exposición Body World ha levantado protestas porque incluye el cuerpo abierto de una mujer embarazada y parejas haciendo el amor. A la cuestionada moralidad de las actitudes de sus cadáveres se une la legitimidad de su procedencia: son adquiridos en psiquiátricos, cárceles y hospitales de China y Rusia. También se lo acusó de utilizar cuerpos sin el consentimiento de sus familiares, lo que costó al alemán más de un juicio.

A pesar de su controversia, Von Hagens ha creado escuela: Body World es confundida a menudo con la exposición Bodies, The Exhibition, del médico de Michigan Roy Glover, una muestra más didáctica en la que los cuerpos tratados con polímeros han recibido un trato "dignificante", aseguran los organizadores. También es el caso de otra exposición, Bodies Revealed, que incluye fetos.

<p>Muerte y arte.</p>Von Hagen y sus seguidores tienen, sin embargo, un precedente en el francés Honoré Fragonard. Anatomista del siglo XVIII, ha llegado hasta nuestros días su colección de cuerpos a los que aplicaba un tratamiento de cera para evitar su corrosión. Una de las piezas más llamativas es un hombre a caballo que realizó inspirado en el grabado de Durero Los cuatro jinetes del Apocalipsis.

También aficionado a utilizar caballos para sus exposiciones es el italiano Maurizio Cattelan. Conocido por su satírico sentido del humor, son emblemáticos sus equinos suspendidos (en este caso, disecados) que han alcanzado buenos precios en subastas. Cattelan asegura que los cuerpos pertenecen a animales que murieron de causas naturales y que fueron cedidos por un colegio veterinario.
Estética sin ética
Distinto de los ejemplos anteriores es el de Nathalia Edenmont, una fotógrafa rusa que expuso en la edición 2005 de ARCO y que mata y descuartiza animales con la única finalidad de crear "bellos" bodegones que inmortaliza con su cámara. Ratones, conejos y gatos han pasado por su cadalso particular, antes de adornarlos con collares aristocráticos o pedestales angelicales.

Adam Morrigan hace arte con animales que encuentra muertos en la carretera
El británico Adam Morrigan se decanta por el roadkill. Se gana la vida con la creación y venta de obras de arte que elabora con animales que encuentra muertos en la carretera. A menudo los cocina y se los come, pero los que no puede comer los convierte en accesorios de moda o piezas de arte muerto.

Emma Fenelon, una estudiante de 50 años de la Escuela de Arte de Camberwell, también ha sabido sacar partido de los muertos. Se le ocurrió reemplazar las cenizas que usaba para elaborar piezas cerámicas por cenizas humanas. "Me pregunté si las cenizas de diferentes personas podrían generar diferentes efectos", dijo. Puso un anuncio en la radio reclamando 'voluntarios' y su llamada tuvo respuesta. Varios familiares cedieron las cenizas de sus parientes para que ella elaborara sus "árboles de cerámica". Su sueño es crear un bosque de esculturas.

No apto para sensibles

En pro del arte se han realizado actos extremos: Zhu Yu, un importante artista de China, dejó boquiabiertos a los asistentes a la Bienal de Shanghái en 2000, al preparar, con mantel y cubiertos, un banquete en el que se comió un feto de seis meses procedente de un aborto que previamente había cocinado a la parrilla. "Ninguna religión prohíbe el canibalismo. Ninguna ley dice que no se pueda comer carne humana. He aprovechado ese espacio vacío entre la moral y la legalidad para desarrollar mi trabajo", defendió. Muchos pusieron en duda la autenticidad del menú, pero Zhu Yu arguyó que el feto era real: "Me lo llevé de un colegio médico".

Por otro lado, el alemán Gregor Schneider, premiado con el León de Oro en 2001 en la Bienal de Venecia, busca un museo que acepte su particular idea artística: mostrar la muerte de un enfermo terminal en directo. Según declara, "la idea de mostrar la belleza de la muerte" lo persigue desde 1996. "El enfrentamiento con ella, como yo lo proyecto, puede quitarnos el miedo a la muerte", afirma. A día de hoy no ha conseguido llevar a cabo su objetivo.

Crueldad, provocación...
<p><i>Natividad</i>, perro utilizado para la exposición <i>Un perro enfermo, callejero</i>, de Guillermo Vargas.</p>En 2007, el costarricense Guillermo Vargas expuso en la Códice Gallery de Managua (Nicaragua) la ‘pieza’ Un perro enfermo, callejero; consistía en mostrar a un can en lamentables condiciones al que el artista mantenía atado y sin alimento y cuyo objetivo era que muriera a la vista de los asistentes. Este caso originó una avalancha de protestas en Internet, pero Juanita Bermúdez, directora de la galería, alegó que el animal era alimentado regularmente y que sólo permanecía atado tres horas al día, «hasta que un día escapó». El ‘artista’ se negó a hablar de la suerte del perro y resaltó la hipocresía de la gente, que nada se preocupaba de éste y otros animales que morían cada día en la calle.

viernes, 4 de marzo de 2011

EL RECURSO DEL MÉTODO

Chus Martínez

El hecho de tener conciencia del mundo no es un efecto derivado de la existencia de la mente, sino la mente misma en acción. El intelecto no es un ojo que nos observa desde un lugar impreciso dentro de nosotros, sino el hecho mismo de pensar. Si, como afirmaba Wittgenstein, es erróneo creer que la dualidad mente-materia se corresponde con realidad alguna –se trataría de una metáfora para fomentar la creencia de que pensamiento, voluntad e imaginación no están hechas de la misma sustancia que el mundo, los objetos y las cosas–, esto nos aboca a buscar una nueva lógica que permita comprender la relación entre el mundo y las ideas. Nada puede darse más allá de lo real y lo real solo puede ser  prehendido a través del lenguaje. Esto implica una revolución: puesto que no es posible creer que hallaremos correspondencias entre el mundo de las ideas y el mundo de la materia, no podemos plantear preguntas con la esperanza de encontrar una respuesta, sino de darles sentido. Del mismo modo que se deshace un nudo en una cuerda, la resolución de un problema pasa por la alteración del orden de lo ya sabido.
En el trabajo de Thomas Bayrle podemos identificar una preocupación constante por comprender la  nueva realidad que emerge tras la Segunda Guerra Mundial entre hombre, palabra/imagen y mundo. Los códigos de percepción y de autopercepción por medio de los cuales situamos nuestras relaciones de inteligibilidad con los otros y con el mundo entran en una dimensión desconocida hasta el momento. Los modos operativos de nuestra situación moral, estética, política, las economías de la necesidad y del deseo, así como la del imperativo social, sufren una transformación radical. La obra de Thomas Bayrle se sitúa en esa vorágine del cambio de paradigma y plantea cómo podemos enfrentarnos, desde la práctica artística, a los problemas relativos a la interpretación del mundo, por un lado, y a la interpretación del sujeto moderno, por el otro. ¿Cómo abordar el mundo en lo que podríamos denominar momento pospalabra? 
Sería erróneo calificar simplemente a Thomas Bayrle como la «voz» del pop en Alemania. Su obra ha de entenderse como pensamiento activo dentro de la familia de preocupaciones  mencionadas. La inmediatez de la sintaxis artística del pop le proporciona un código de referencia y su aparente ingenuidad, la actitud perfecta para llevar a cabo un proyecto cuyas ambiciones se sitúan más allá de la crítica al capitalismo. Su fascinación por el movimiento pop viene dada por la confianza que este deposita en las imágenes, por la osadía con la que se acerca a los símbolos y también por su destreza en situarse en el aquí y ahora del tiempo histórico. La legitimidad con la que irrumpe este nuevo código de imágenes, así como la vitalidad que generan, ejerce la fascinación de una revolución y le otorga una dimensión social y política al margen del contenido.
La recepción de este caudal de nuevas posibilidades es innegable en la obra de Thomas Bayrle. Sin embargo, la adopción de ciertos recursos del pop –la ausencia de perspectiva, la intencionalidad con la que encara la representación de objetos y tipos, y el cromatismo– es más un truco que un interés por mantener el espíritu de ese proyecto en Europa y en Alemania en particular. Aquí «truco» significa una estrategia que se apropia del sentido único y estable característico del movimiento pop para abordar cuestiones del orden, del conocimiento y de la estética que nada tienen que ver con este.
Desde el punto de vista de la obra de Bayrle, la tarea del arte es reordenar una y otra vez la materia de lo real en busca de sentido, tanto para el sujeto como para las sociedades futuras. Pongamos por ejemplo Stadt(1977). Se trata de un collage fotográfico que muestra la vista de una ciudad; un bosque de edificios agrupados por adición. Es un espacio urbano en blanco y negro, una densa masa compuesta por múltiples unidades de habitación, un inventario de espacios racionales para ser habitados, para llevar la vida moderna. Es un espacio ordenado, racional, una red orgánica en la que a diario se mueven miles de hombres y mujeres que van y vienen del trabajo. El espacio se repite porque las funciones a las que tiene que dar respuesta son las mismas: facilitar el tránsito y maximizar los recursos (la luz, el color y la repetición). Hay una única ciudad que esconde múltiples diferencias.
Entre finales de los años setenta y principios de los ochenta, Bayrle realiza numerosos trabajos que responden a este mismo principio. Se trata siempre de collages fotográficos sobre madera con diferentes paisajes que podríamos calificar de entrópicos: bosques de hormigón armado, Yamaguchi (1981), o calles por las que circula una masa de gente que va y viene, y cuya identidad es imposible determinar, Japaner (1981). Podría incluso tratarse de una misma persona, del mismo modo que las ciudades pueden estar compuestas por un mismo edificio: un único modelo que suficientemente multiplicado puede generar un barrio o un grupo. Este discurso no es ajeno a las aspiraciones de la modernidad arquitectónica de dar con soluciones racionales capaces de, por un lado, ser genéricas, es decir, de responder universalmente a las necesidades implícitas en el desarrollo científico-técnico, y, por el otro, comprometerse con cada situación concreta. Unidad, módulo o cápsula son vocablos propios de una gramática que confía en hallar elementos unívocos no susceptibles de división, capaces de combinarse infinitamente entre sí para adaptarse a lo requerido en cada momento. La esperanza de dar con ellos mueve la máquina. La lógica de la producción es una lógica de componentes a la que también los hombres y mujeres que habitan ese espacio están subsumidos. Son siervos del sistema, incapaces, a primera vista, de originar cambios en la máquina.
En este estado de cosas resulta elocuente la aparición del retrato de Carlos, cuatro para ser exactos, y todos realizados en 1977. La imagen de un hombre en la treintena, latino y con un atuendo propio de la década aparece sobre un fondo compuesto de nuevo por la ciudad, por una vasta masa de edificios que ocupan la totalidad del encuadre sobre el que aparece el personaje. Se trata del retrato de un famoso activista de izquierdas, para unos, y del terrorista más buscado de su tiempo, para otros. Carlos no es su nombre, sino el alias de Illich Ramírez  Sánchez, hijo de un conocido abogado de izquierdas venezolano nacido en 1949 y tristemente célebre, entre otras hazañas, por el asalto al cuartel general de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en Viena el 20 de octubre de 1975, que se saldó con tres muertos. La presencia de este personaje no es anecdótica. Tampoco es la primera vez que Bayrle realiza retratos de personajes históricos tan dispares como de Stalin (1970), cierto Sr. Wörhr (1972) o figuras como Mozart (1979) o Beethoven (1979). Series que sigue completando hasta el momento con retratos de Willy Brandt (2000) y Condoleezza Rice (2006). Carlos es una figura emblemática. Al igual que los miembros del grupo terrorista alemán de la RAF, la Fracción del Ejército Rojo, Carlos, con una conciencia clara de una identidad definida a la contra que necesita del anonimato para sobrevivir y desarrollar su actividad, desarrolla estrategias para no ser reconocido. Los constantes cambios de identidad, y por tanto, de función, impiden localizarlo. El terrorismo, en esos años, desarrolla una relación dialéctica con «la cuadrícula», con un orden social y político que es percibido como opresor de las libertades y las diferencias individuales. La cuadrícula, un modelo social altamente tecnificado donde los individuos son piezas y el movimiento sistémico una máquina contra la que parece difícil rebelarse, puede compararse con el limbo. Siguiendo la descripción de santo Tomás, el limbo puede ser definido como un espacio en ausencia. A diferencia del infierno o del cielo, el limbo carece de castigo o de gloria. Es un espacio que se caracteriza por la eterna privación. Pero lo peor es que los habitantes del limbo, a diferencia de los condenados en el infierno o los  premiados con la gloria, no son conscientes de su privación. No sufren, porque no conocen, y sus cuerpos son además impasibles. Este estado de total entropía se refleja perfectamente en el carácter de los trabajos citados, en ellos no aparece la gloria, pero sí los condenados, aquellos insurrectos que han intentado subvertir esta lógica del no lugar apelando a la violencia. 
Sin embargo, esta visión pesimista convive con otra que añade un curioso sentido de la ironía y de la fascinación por las posibilidades que la eterna repetición de lo mismo ofrece al individuo. Las «máquinas», como Thomas Bayrle denomina a esta serie de pinturas-objeto realizada a mediados de los años sesenta, son cajas mecánicas, juguetes pintados al óleo y dotados de unos mecanismos de cuerda que permiten mover a los personajes, componiendo así un escenario casi de feria. Super Colgate (1965) es uno de los más claros exponentes. En lo que parece un teatrillo de marionetas, se sitúa en primer plano una figura, un científico, calvo y con gafas, con su bata blanca. El médico sonríe, los miembros del público, situados en las gradas a su espalda y de cara al observador, también sonríen mientras se cepillan los dientes. Unos labios coronan la escena. Una vez abierto el telón aparece nuestro héroe, el médico. Se trata de un pequeño ensayo de tragedia para un teatrillo de marionetas. La tragedia versa siempre sobre la caída del héroe y la importancia del rito. Pero ¿de dónde ha salido este señor? Ha salido de la misma ciencia. Ataviado con una bata blanca se vincula a la medicina moderna, a los grandes avances que precisan del rigor del laboratorio, a los descubrimientos que hicieron progresar al mundo, que lograron afianzar la conciencia de superioridad del hombre sobre la naturaleza. La figura de la bata blanca tiene ahora otra finalidad: divulgar los principios básicos de la higiene dental. Pero no es la ciencia la que corona esta escena, sino la sonrisa  de unos labios rojos, sensuales, de una mujer que deja entrever unos dientes relucientes, blancos, pulcros y perfectamente alineados. Es la musa de Colgate, la compañía que en 1873 lanzó el primer tubo de pasta de dientes; fue una revolución en el mundo del dentífrico y el origen del rito del cepillado. De ahí esta clásica coreografía. El monólogo del héroe y su cepillo, un amplio coro a sus espaldas con labios rojos y cepillo en mano y la presencia de los dioses de la higiene dental, los Dentistas, situados todos ellos alrededor de la escena. Mediante un botón se activa un mecanismo y todos, a un tiempo, moverán un brazo para cepillarse los dientes.
A diferencia de los collages fotográficos en blanco y negro, las máquinas destilan un agudo sentido de la ironía. El limbo no solo es el lugar de la privación, sino el potencial escenario de un teatro del absurdo. Puede que los habitantes de estas ciudades dormitorio sean criaturas extraviadas, pero, de serlo, se hallan en un escenario que va más allá de la perdición o la salvación. Estos personajes no son anónimos, sino nulos, que es algo muy distinto (como lo que simboliza la figura del zombi en la ciencia ficción), y representan el obstáculo más efectivo a la noción de redención. Los personajes que aparecen en este momento de su obra poseen la arrogante dignidad de los personajes de un tebeo. Su relación con los objetos de consumo, lejos de ser la del deseo desaforado, sigue la lógica de un extraño sentido de la justicia del tipo que se expresa en eslóganes tan contemporáneos como el «porque yo lo valgo». El mundo, el que describe Bayrle, los ha hecho así. Ahora solo falta encontrar el momento en el que la lógica falle y pueda surgir de ahí la diferencia.
Las referencias a Mao y al sistema comunista son abundantes a lo largo de toda su obra. Mao es un icono en sí mismo. Mao y China representan la capacidad de reinterpretar la doctrina marxista-leninista y adaptarla a una sociedad aún hoy demasiado compleja para poder explicarla en pocas palabras.
Sincronización y virtuosismo son elementos clave en la puesta en escena maoísta. La sociedad debe aparecer bajo un cuerpo y una voz únicos compuestos por miles de millones de individuos que hacen posible la «dramaturgia» del sistema y su puesta en escena. La coreografía es una forma de sincronizar mente y cuerpo con una voluntad única. Todos son parte de un todo y no es posible aprehender el conjunto desde cada una de las partes. Al igual que años más tarde en tecnología digital, cada uno de los individuos es portador de información fundamental para la imagen global. El método de trabajo de Thomas Bayrle revierte esa lógica y convierte todas sus imágenes en sinecdóticas, es decir, en partes que contienen el conjunto. Este efecto queda reflejado sobre todo en su obra gráfica. La impresión sobre papel VW (rot) (1969) es una muestra del conocido «escarabajo», el coche emblemático de Volkswagen. La imagen del coche emerge de entre una masa de miles de pequeños «escarabajos» rojos y está, a su vez, compuesta por una infinidad de «escarabajos» rojos. Glücksklee (1969), otrade sus gráficas más conocidas, sigue el mismo principio. Esta vez el objeto en primer plano es una lata de conserva, leche condensada, compuesta por infinitas unidades del mismo objeto y rodeada de otras tantas imágenes a tamaño reducido de esas mismas latas. Existen en su trabajo innumerables ejemplos de este modo de proceder, aunque,  como veremos, no es el único modo de relacionar origen y representación de un objeto. En los casos citados el origen del objeto es el objeto mismo. La unidad no es una parte sino el todo, pero a una escala menor. Este modo de hacer, como muchos aspectos de la obra de Bayrle, tiene implicaciones ontológicas. No estamos ante un mero juego óptico a partir de las posibilidades de un recurso como la repetición. Las implicaciones van más allá. Incidir reiterativamente en el hecho de que no existe una diferencia sustancial entre las partes y el todo implica afirmar la importancia de todos los niveles que conforman un organismo. Todas las propiedades de un sistema biológico, químico, social, económico, mental, lingüístico, etc., no pueden ser determinadas o explicadas como la suma de sus componentes. El sistema completo se comporta de un modo distinto que la suma de sus partes. Nada es prescindible. No hay un fin y unos medios, sino que todo es uno y lo mismo. La realidad se comprende como un sistema orgánico compuesto por elementos, células que contienen ya la misma información que el total.
Frente a esto se sitúa la lectura atomista  que Bayrle realiza del comunismo de la China de Mao. Bayrle está fascinado por el tratamiento del individuo en el sistema comunista, fascinado por la puesta en escena y la subordinación del individuo al grupo y del grupo a una ideología. Sus trabajos se hacen eco del esfuerzo de una masa ingente de personas destinadas a formar una imagen: Mao. La disciplina y la coordinación del grupo están al servicio de una causa más alta que cada uno de los individuos por separado. Los deseos y la voluntad del individuo pueden, con la disciplina adecuada, ponerse al servicio de la Idea. Papier  Tiger (1969) es una gráfica que muestra un grupo de soldados en formación. La perspectiva que asemeja una vista desde arriba de la escena nos deja ver un tigre, en lo que sin duda es una referencia al militarismo y a la guerra de Vietnam. Un año antes realiza una imagen similar, Kaffeegermanen (1968). Esta vez la formación es de soldados ataviados con indumentaria medieval, en referencia a los pueblos germanos, y lo que dejan ver aquí no es un símbolo bélico sino una simpática y humeante taza de café. La contraposición entre el orgulloso pasado de los pueblos germánicos y la placentera imagen de una taza de porcelana no deja de ser irónica y a la vez ilustrativa de los múltiples niveles narrativos que confluyen en la formación de la identidad de una comunidad concreta. Somos muchas cosas y muchas cosas a la vez; es importante destacar este aspecto.
Bayrle empieza a trabajar en unos años clave en la formación de una nueva identidad en Alemania y en Europa, un nuevo entendimiento de la extraña coexistencia de ideologías culturales, proyectos específicos y una inusitada densidad en el flujo de intercambio de información. El nuevo orden divide el mundo en dos grandes subconjuntos y cada uno de nosotros poco puede hacer para negociar la pertenencia a uno u otro. La pregunta por la naturaleza de nuestra participación en un proyecto político y cultural es acuciante. La metáfora «bloque» no es el producto de una casualidad, sino de la necesidad de describir mediante una metáfora la voluntad de que esas dos mitades –capitalismo y comunismo– sean idénticas a sí mismas. En este nuevo statu quo es primordial afinar los argumentos, para poder interpretar nuestro modo de estar en el mundo, lo que el término agencia (nuestra capacidad de interpretar la realidad y actuar en consecuencia) significa para cada uno de nosotros.
Alain Badiou realiza una distinción –a la que se refiere Giorgio Agamben–¹ fundamental en este contexto. En términos políticos necesitamos diferenciar entre ser miembros y estar incluidos en un proyecto.
Ser miembro de un proyecto, un partido, etc., tiene que ver con el orden de la presentación. La inclusión, en cambio, habría que situarla en el nivel de la representación. Para Badiou un término (un individuo) es normal (en el sentido epistemológico, se entiende) cuando está presente y representado en una situación.
Es decir, cuando está representado en la estructura del sistema político (Estado, partido) y además está presente en esa misma estructura. Lo anómalo aparece cuando esta última función no se da, cuando un individuo solo está representado, pero no presente.  Esta compleja problemática entre presencia y representación es un punto clave para entender la lógica del conjunto de la obra de Thomas Bayrle. La búsqueda de un equilibrio entre los distintos niveles en los que un individuo puede significarse dentro de un sistema implica también la pregunta de cómo es posible no solo alcanzar el equilibrio dentro de un sistema político, social y económico dado, sino generar excepciones dentro de ese sistema y, potencialmente, facilitar la aparición de otros sistemas, otras lógicas de ordenación social.
La imagen y la experiencia de la imagen están al servicio de esas preguntas en su obra. La repetición es un recurso que este artista propone como método a fin de forzar un suceso, el error. El error es considerado aquí un elemento positivo. En muchas culturas el error es un elemento fundamental; es la cosmogonía en la narración que explica el origen del mundo. Es la constatación de que efectivamente el hombre, la naturaleza y la máquina no son una misma cosa. La naturaleza inorgánica de la máquina nada tiene que ver con la espontaneidad que atribuimos a la vida orgánica. Resulta fácil percibir la incompatibilidad de ambos sistemas: la singularidad de lo orgánico frente a la universalidad inerte de la repetición mecánica. Jacques Derrida –junto con Bayrle– es uno de los primeros en formular la compatibilidad de estos dos sistemas. 

Si pudiésemos pensar esos dos conceptos como compatibles sería la clave para la emergencia de una nueva lógica, una forma inusitada de sustancia conceptual. A decir verdad, contemplando nuestro pasado reciente y el horizonte de futuro, eso es lo más parecido a un monstruo que pueda imaginarse². La paradoja de esa aparentemente imposible cohabitación enuncia quizás un nuevo espacio para la acción, la percepción y la experiencia estética y para la especulación intelectual que marcará la posible aparición de nuevos modos de concebir el mundo. La posibilidad de que varios mundos coexistan es un problema fundamental en la apertura discursiva que plantea la filosofía contemporánea. La cuestión estriba en dirimir en qué sentido podemos decir que existen muchos mundos, al tiempo que investigamos el papel que los diferentes sistemas de símbolos desempeñan en cada uno de ellos. La tan repetida invocación de un mundo plural nada tiene que ver con la coexistencia de sistemas de articulación de lo real completamente distintos. Frente a un mundo capaz de abarcar multiplicidad de aspectos y contrastes, se plantea la posibilidad de contar con muchos mundos verosímiles cuya colección habría de formar una suerte de unidad. Esta diferencia resulta clave a la luz del postulado de Derrida. La posibilidad de una nueva lógica no se halla en la concepción de un solo mundo como si fueran muchos, sino en poder pensar múltiples mundos reales e interpretarlos. En la medida en que seamos proclives a la idea de que es factible que convivan entre lógicas aparentemente antagónicas, irreductibles a una sola, no debemos buscar la unidad en un algo, sino en una nueva organización global que puede tener la forma de los tipos y de las funciones de las imágenes y de los sistemas de conocimiento que estas crean. 
Tal es la tarea que encarna el trabajo de Thomas Bayrle. Los universos que están hechos de mundos, así como los mundos mismos, pueden construirse de muchas maneras. La obra, a través de un método muy personal y específico de interpretar imagen, función, repetición y exceso, constituye un acto crítico. Un acto crítico en el sentido más trivial y a la vez más complejo de esa expresión: una crítica a la vida. En la confluencia entre visión y ordenamiento especulativo se origina la posibilidad de que las cosas sean diferentes. Pero la dimensión crítica en el trabajo tiene también un sentido más particular y práctico. Representa una reflexión expositiva sobre nuestra herencia cultural, por una parte, y el contexto desde el que se origina la obra, por otra. Incluso dentro de lo más profano, aquello más trivial o doméstico, puede avistarse un interés por el significado del ser. El potencial de la obra radica en hacer del trasfondo de la irracionalidad –siempre limítrofe con el mundo conocido– algo productivo. Los equívocos son pura potencialidad y sin ella, sin esa apertura hacia lo desconocido, el pensamiento no sería posible.

1)     Giorgio Agamben: Homo sacer. Stanford (CA):Stanford University Press, 1995, p. 24. Edición en castellano publicada por Pre-textos (Valencia), 1998.
2)     Jacques Derrida: Without Alibi (Meridian: Crossing Aesthetics). Stanford (CA): Stanford University Press, 2002, pp. 73-75.

martes, 1 de marzo de 2011

UN ACERCAMIENTO AL PAISAJE


Este miércoles 2 de marzo, a la 6:30 p.m., la Dirección de Fomento a la Cultura abrirá la exposición “Paisajes Cercanos”, obra pictórica del Maestro Fredy Agudelo.

El acto y la muestra se desarrollarán en la Galería de Arte del Palacio de la Cultura “Rafael Uribe Uribe” con entrada libre. La exposición estará abierta hasta el 26 de marzo de 2011.

Respecto de la temática, el Maestro Agudelo afirma: “El paisaje, traducido al antiguo arte de la pintura, es el protagonista de esta muestra. Acudo a él con la actitud de los viejos maestros impresionistas: en la búsqueda de emociones directas, persiguiendo a la luz en su fugaz desplazamiento por los espacios. La tarde es el mejor momento del día para descubrir cómo ella (la luz), en ese declinar, exalta en cada detalle un encanto especial. Así, cada hierba, espiga, flor, hoja seca, parecieran ofrecerse a la mirada como el más sublime regalo.

“No hay en este conjunto de pinturas grandes cambios estilísticos, parecen más bien girar en torno a una misma idea. El color es el que más se impone, el que más quiere hablar. Color y realidad se acompañan aquí para dar cuenta de un paisaje específico, el de este valle y sus alrededores, cuyas características son altamente estimadas por mí. Aquí la luz sabe señorearse, sabe de suavidad y de brillantez; aun en tiempos tan perturbadores, sabe sonreír. Es, al fin de cuentas, un homenaje a este pequeño rincón del mundo, lo demás es anhelar que ocurra el acto comunicativo”.

Fredy Alberto Agudelo es Maestro en Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia. Desde la década de los años noventa ha realizado exposiciones, tanto individuales como colectivas, en diversos espacios de la ciudad. Sobresalen por su emotividad las realizadas en la sala de la Biblioteca Central de la Universidad Pontificia Bolivariana y en el Museo Universitario de la Universidad de Antioquia. Recibió el Primer Premio en un concurso de pintura organizado por la U. de A. y Comfenalco. En la actualidad, continúa con ahínco produciendo arte.

La exposición se puede visitar gratuitamente de lunes a viernes, entre las 8:00 a.m. y las 5:00 p.m. y los sábados de 8:00 a.m. a 2:00 p.m.

Más información: Dirección de Fomento a la Cultura – Galería de Arte, teléfono 251 88 49.

GOBERNACIÓN DE ANTIOQUIA
GERENCIA DE COMUNICACIONES
DIRECCIÓN DE INFORMACIÓN Y PRENSA
Medellín, 1 de marzo de 2011 Gpp.